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5 de diciembre de 2020

Escribir al otro en El matadero de Esteban Echeverría

 

Escribir al otro en El matadero de Esteban Echeverría

Cuando la literatura muestra las diferencias...

En filosofía, el otro señala todo aquello que no es uno mismo o que no es reconocido como semejante. Así, señalamos que la otredad es lo contrario a la identidad. Las ciencias sociales han utilizado este concepto para entender a las sociedades y los procesos de exclusión y subordinación. Cuando hablamos del otro, hablamos de la perspectiva de un grupo y los mecanismos que utiliza para diferenciarse de aquellos con quienes no se reconoce como igual.

En el caso de El matadero, hay una construcción marcada de dos grupos: por un lado, el unitario (con quien el narrador se identifica) y, por el otro, el grupo de los federales (que se construye con las marcas de la otredad). Según Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, estos procedimientos de identificación y diferenciación con el otro se conforman en el texto a través de dos señala­mientos en los que se hace especial énfasis:

El lenguaje: En el texto, el reconocimiento del otro se produce por estas diferen­cias visibles y audibles. Entre la lengua cultísima y enrevesada del unitario y las frases coloquiales gritadas por los federales, hay una brecha casi intraducibie. Palabras como sayones, más propias de la escritura que del habla y casi incomprensibles para los trabajadores del matadero, contrastan con los insultos y nombres de torturas.

La vestimenta: El atuendo ciudadano del unitario y la falta de divisa lo diferencian del ropaje gaucho de las clases populares, y son la primera razón por la que el unitario es reconocido en el camino junto al matadero.

Además de marcar esta diferenciación, escribir sobre el otro es también adoptar una posición frente a él. En este caso, en la ficción que Echeverría construye, el lugar es de un enfrentamiento radical, sin posibilidades de re­conciliación. La ignorancia del pueblo es la condición de su sometimiento al tirano Rosas y, al mismo tiempo, la reproducción de su propia bestialidad. La única posibilidad en el cruce entre los bárbaros y los civilizados es la aniqui­lación de uno de los dos grupos.

 

Fronteras culturales

El texto, además de marcar una diferencia entre los miembros del cuerpo social, se encarga de delimitar espacios. El matadero, justamente, está ubicado en una zona de pasaje entre el campo y la ciudad, y allí se da la posibilidad de un cruce entre dos zonas culturales antagónicas. Hay un espacio que es propio de uno de los grupos y que es defendido como tal ante la intrusión de un otro. Pero ese espacio no es solo geográfico, sino que marca usos y costum­bres, y formas de pensar y de hablar por completo diferentes.

Esta cualidad la notamos sobre todo en la representación del intruso, el unitario, cuyas formas llaman la atención. Lo que de un lado es elegancia, del otro es torpeza. La divisa que para unos es símbolo de respeto, para el otro representa la esclavitud.

Es debido a esos antagonismos culturales que Echeverría elige al matadero como el espacio para representar la barbarie del federalismo. A partir del color de la sangre, la práctica del degüello y la suciedad aparejada a la muer­te el autor logra materializar una alegoría política sobre la sociedad argentina y los crímenes que avala la masa acrítica.

 

Las clases populares en la literatura argentina

Difícilmente haya sido uno de los propósitos de Echeverría al escribir el texto, pero El matadero marca un hito, que es el ingreso de las clases populares a la literatura argentina. A diferencia de las narraciones del Romanticismo, inde­pendientemente de si se trata de la novela o la poesía gauchesca, por primera vez el pueblo es protagonista y habla con su propia voz. Sin embargo, esta aparición de las clases populares comienza con un signo negativo muy fuerte que condicionará el desarrollo de este enfrentamiento de grupos diversos a lo largo de nuestra historia literaria.

Al  contrario de lo que puede pensarse, la posición de Echeverría no era simplemente elitista, es decir, su proyecto de obra no estaba dirigido solo a las clases dominantes ni ignoraba las necesidades del pueblo. Su repudio de lo popular en este rela­to debe ser entendido como una claudicación. En sus escritos políticos (como "Dogma socialista"), Echeverría soñaba con guiar a la masa del pueblo mediante el cultivo de una poesía con un marcado arraigo folclórico y reconcentrada en el paisaje, que pudiera conmover a los que no eran letrados y acer­carlos a los ideales del progreso y la democracia. En El matadero se puede leer el reconocimiento de una derrota, la resignación frente al hecho de que el rosismo, con su retórica brutal y paternalista, pudo seducir al pueblo mu­cho mejor que las ideas ilustradas.

FUENTE: Sampayo Romina, Literatura V (Llaves), Ed. Mandioca, Buenos Aires, 2016.

 

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