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28 de diciembre de 2020

Renacimiento y Barroco en España

 

Renacimiento y Barroco en España

Se conoce como Siglo de Oro español a un período de notable de­sarrollo intelectual y artístico que abarcó la difusión del movimien­to cultural renacentista en España y su posterior evolución hacia el Barroco. Como fechas convencionales, se considera que el Siglo de Oro se inició con el comienzo de la actividad de Lope de Vega en 1520 y finalizó con la muerte de Calderón de la Barca en 1681.

El Renacimiento y su confianza en el hombre

El Renacimiento fue un movimiento cultural originado en Italia a fines del siglo XIII y principios del XIV, que se extendió por el res­to de Europa hacia comienzos del siglo xv. En España, sin embargo, las ideas renacentistas cobraron relevancia recién un siglo después.

El Renacimiento toma como modelo a la Antigüedad clásica, en la que creen encontrar la Edad de Oro de la humanidad. De allí que, en oposición al teocentrismo medieval, el Renacimiento reto­ma las ideas humanistas de los pensadores de la antigua Grecia y adopta una postura antropocentrista: coloca al hombre como cen­tro de toda reflexión y actividad, incluso como centro mismo de la creación divina.

En las artes plásticas, esto se manifestó, por ejemplo, a través de la importancia de la representación naturalista de figuras huma­nas. Los motivos se encontraban en los mitos griegos y latinos, así como también en las escenas religiosas; se destacaba el trabajo so­bre los distintos gestos y posturas, primaba el equilibrio, la armo­nía y la claridad. Principios novedosos, como la unidad de espacio, la simetría, la proporción y la perspectiva —muy notorios en la pin­tura, la escultura y en la arquitectura— eran producto de una nue­va mentalidad en la que el pensamiento racional del hombre y el cálculo habrían de ser los principios rectores del arte y de la vida.

Como consecuencia de la creciente puesta en valor de ideas provenientes del mundo grecorromano, se sientan nuevas bases para el desarrollo de un conocimiento científico que contempla la relación entre el hombre, la naturaleza y Dios. El hombre, por su capacidad intelectual, es capaz de conocer y comprender las leyes del universo.

La palabra resulta, también, un elemento fundamental para el desarrollo del ser humano. A esto se debe el resurgimiento de los studia humanitatis de la Antigüedad, un conjunto de cinco disci­plinas (gramática, retórica, poética, historia y filosofía moral), que significó un cambio en la educación y en los modelos de saber im­partidos desde entonces.

La Contrarreforma: hacia nuevas representaciones

Si bien el arte español adhería al sensualismo propio de la esté­tica antropocéntrica renacentista, nunca dejó de estar combinado con el fuerte espíritu cristiano de esta sociedad. Los sentimientos religiosos -amenazados desde hacía siglos por la presencia musul­mana— encontraban ahora una nueva amenaza: la Reforma impul­sada en Alemania por Martín Lutero, que originó el cisma de la Iglesia Católica y dio lugar al protestantismo, que es independiente del poder del Papa. Felipe II, además de expulsar en forma definiti­va a los moros, promovió la Contrarreforma, un movimiento cató­lico que defendió las concepciones y los valores tradicionales de la Iglesia y las Sagradas Escrituras.

Los religiosos de la Contrarreforma consideraron al arte como un instrumento fundamental para la transmisión de su doctrina. De ahí que impulsaran las obras de artistas en las que, para co­menzar a alejarse del modelo clásico renacentista, ya no represen­taran al hombre como modelo supremo de perfección y armonía, sino, por el contario, como un ser atravesado por el dolor y la pa­sión, muchas veces imperfecto, que habitaba en un mundo donde no primaba la luz, sino el claroscuro, mezcla de luces y sombras que daban cuenta de la existencia del misterio, de los límites del conocimiento humano y de la lucha entre fuerzas opuestas.

El Barroco: una forma de expresión para la decadencia

De este modo, surge hacia el siglo XVII una nueva corriente es­tética conocida como Barroco. A diferencia del arte clásico rena­centista, esta corriente evita la simetría absoluta y logra en la asi­metría una apariencia de movimiento. El arte barroco considera que la naturaleza oculta una fuerza ambigua e inabarcable, que se puede observar, por ejemplo, en la caducidad de la belleza. Opone, pues, lo caduco a lo eterno, la máscara a la verdad, el sueño a la realidad, en vistas de producir un desengaño de lo aparente y re­conocer lo confuso del universo, que el hombre se esfuerza vana­mente por controlar.

En el campo de las letras, los escritores recurren al empleo de construcciones sintácticas complejas y a la sobreabundancia de adjetivación. Este lenguaje extraño y ornamentado es la forma de mostrarle al lector que el arte es un mundo de apariencias y arti­ficios, en oposición a la mera representación de lo armonioso y lo natural del Renacimiento.

Algunos de los escritores españoles más conocidos de este pe- nodo son Luis de Góngora y Argote (1561-1627), Francisco de Que- vedo y Villegas (1580-1645), Félix Lope de Vega y Carpió (1562- 1635), Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).

 Fuente: Literatura IV, Ed Mandioca, Buenos Aires, 2016

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