El célebre romance Cabalga Diego Laínez no es sino un fragmento desprendido del cantar tardío de las Mocedades de Rodrigo, de fines del siglo XIV, el último —que se sepa— de largo aliento que se compuse en España y que es refundición de un texto anterior, cuya prosificación recoge la Crónica de 1344.
El romance no nos explica la circunstancia que motiva la
visita de los de Vivar a la corte del rey. Tampoco queda claro el desenlace. El
interés del texto se concentra en la
escena del besamanos frustrado, en la rebeldía
del joven vasallo, en su arrogancia.
De acuerdo con la gesta de la que procede —destinada a cantar una serie de hechos legendarios
y fabulosos acerca de la infancia y juventud del héroe—, el episodio que desarrolla el romance está ligado al casamiento de Rodrigo con Jimena, uno de
los temas centrales de las Mocedades, y cuyos pormenores carecen de todo
fundamento real. No olvidemos que estos poemas épicos
tardíos han perdido por completo el espíritu histórico
de los antiguos.
Rivalidades entre las casas de Vivar y de Gormaz, y agravios
del conde Lozano, padre de Jimena, para con Diego Laínez,
ya anciano, determinaron la muerte de aquél
por la mano inexperta pero arrojada de Rodrigo, apenas un adolescente.
De acuerdo con antiguas costumbres, atestiguadas en una
chanson francesa, la huérfana
podía solicitar al rey en matrimonio a un caballero
para compensar su soledad y desamparo. Lo novedoso del poema castellano es que
Jimena reclame por marido al ofensor y homicida de su padre. Precisamente para
acceder al pedido de la noble doncella es que el rey convoca a Diego Laínez, quien acude a la cita con su hijo y su mesnada
de trescientos caballeros. Receloso va Rodrigo, temiendo que el llamado del
monarca, cuyo objetivo ignora, esconda una emboscada para vengar la muerte del
poderoso conde Lozano. En el poema, el episodio —que
subraya como en el romance la altanería
y braveza del protagonista—
termina allí mismo, pese a los desplantes
del héroe, con el casamiento de la
joven pareja.
El romance ha olvidado los antecedentes del asunto, los que
quizá podrían
justificar el ánimo altivo y desconfiado del
Cid; también, el desenlace o matrimonio
con que culmina. Por los cuatro últimos
versos intuimos que entre los hombres del rey y los de Diego Laínez se ha producido una gresca, de la que salieron
victoriosos estos últimos, quienes regresan a sus
heredades "mejor armados" y "a caballo". Las dos breves
menciones parecen aludir al botín
obtenido en la pelea.
Dice Menéndez
Pidal que el final del poema recuerda el de un romance del ciclo de Fernán González
"de donde proceden también
los animados versos que describen el contraste del traje de guerra de Rodrigo
con el traje de corte de los trescientos que le acompañan",
para concluir que con tales "contaminaciones y adiciones se forma un romance
viejo".
Lo dicho nos permite aseverar —con
palabras del más ilustre investigador de la
poesía épica
española y de sus manifestaciones populares— que, en muchos casos, un romance viejo de
ascendencia literaria épica:
"... es un breve poema esencialmente episódico, formado con algunos versos de un cantar de
gesta, simplemente entresacados, o más
comúnmente completados con otros, que ora resumen el
relato del poema, ora le dan un nuevo giro, según
el capricho creador del redactor primero o de los recitadores sucesivos; pero
la forma es siempre épico-lírica:
concisa, enérgica, más descriptiva o dialogada que narrativa."
'Otras consideraciones: Diego Laínez
es el padre del Cid. La épica
tardía hizo descender al héroe
castellano de Laín Calvo, primer juez de Castilla.
En el romance se pone
en evidencia el uso del paralelismo antagónico
que pone de relieve la figura de Rodrigo. Los contrastes mula-caballo, oro y
seda-bien armado, guantes olorosos-guante mallado, vaneas-estoque dorado,
sombreros muy ricos-casco afinado señalan
que todos van en son de paz, excepto Rodrigo, que acude a la cita del rey,
Fernando I, con ánimo
belicoso y vestido como para la guerra.
La Jimena Díaz
del Poema de Mio Cid —mujer
de alcurnia regia según
la historia— se convierte en el de las Mocedades
en la hija de don Gómez de Gormaz, conde Lozano,
un personaje y apellido inventados.
Fuente: España en sus letras; Ed. Estrada, Bs.As.; 1985